

YOGA SÍ. YOGA NO.
¿Está mal hacer yoga?
Cuando no sabíais de Dios os hicisteis esclavos de seres que por su naturaleza no son dioses. Ahora que habéis reconocido a Dios, mejor dicho, que Dios os ha reconocido, ¿cómo volvéis de nuevo a esos elementos sin eficacia ni contenido? (Ga 4,8-31)
Punto de partida
«Padre, ¿está mal hacer yoga?» Es increíble cómo ha crecido el número de católicos que, bien intencionados, buscan experiencias religiosas y caminos de sanación interior alternativos a su fe bautismal y te preguntan: «Padre, ¿está mal hacer yoga? ¿Es pecado? ¿Acaso no puedo hacer ese tipo de ejercicios y al mismo tiempo ir a misa? ¿Se puede hacer meditación cristiana mientras haces yoga? ¿Está bien si solo voy a hacer yoga por los ejercicios de relajación?». La fascinación por la religiosidad oriental para entrar en contacto con el Absoluto no es nueva, pero sí resulta preocupante constatar la cantidad de jóvenes y también adultos, cada vez más interesados en explorar nuevas posibilidades dentro del hinduismo y del budismo que en conocer y vivir su propia religión católica. No los juzgo, tampoco los culpo. Más bien me pregunto: ¿Por qué la verdad de Cristo, médico de cuerpos y almas, Camino, Verdad y Vida no les es suficiente? El hecho es que la gente busca una experiencia religiosa más vivencial y muchos no la están encontrando en nuestras comunidades y parroquias. Por otra parte, y como bien dice un sacerdote con experiencia en este campo, «estas personas solo tienen un conocimiento muy elemental del contenido de su fe, no disponen de instrumentos de discernimiento que les permitan una reflexión crítica. Y así su cristianismo se parece en ocasiones a un extraño cocktail sincretista en el que se mezclan temerariamente resurrección y reencarnación, divinidad de Cristo y avatares, meditación y yoga, éxtasis y énstasis, vida en el Espíritu y fusión con el gran Todo… Esta confusión no hace ningún bien ni al hinduismo ni al cristianismo» (La Experiencia Prohibida, Joseph-Marie Verlinde, pág., 134) . Con este artículo pretendo ofrecer una primera respuesta, masticable y breve, a las preguntas más frecuentes mencionadas arriba; una lectura fácil que ofrezca orientación y abra el apetito para seguir profundizando .
Dos preámbulos importantes: Antes de entrar en materia y querer desentrañar el problema con el yoga y las otras prácticas vinculadas a las religiones orientales quiero enfatizar dos cosas: que no existe un yoga neutro, es decir que, si bien existen diversos grados, frecuencia y maneras más o menos intensas de practicarlo, estos ejercicios están necesariamente enraizados en una cosmovisión incompatible con el cristianismo tanto en su punto de partida como en el de llegada. Y segundo, para entender en profundidad los riesgos de estas técnicas ayuda contar con nociones básicas de antropología y filosofía. Ante la imposibilidad de hacer todo bástenos por ahora aceptar que somos seres maravillosamente complejos. Me atrevo a decir que cada persona es como un microcosmos, un organismo vivo que encierra dentro de sí un universo dividido, a grandes rasgos, en dos grandes áreas: una natural (animal) y otra sobrenatural (espiritual). A modo de síntesis se podría decir que entre el nivel animal (donde residen las operaciones más básicas e instintivas, como la nutrición y reproducción) y el nivel espiritual (donde radican las operaciones más nobles como la fe y el anhelo de intimidad por el amor), está el nivel psicológico . Aquí reside la capacidad de raciocinio y elección. Los ejercicios propuestos por las religiones orientales actúan principalmente en este nivel, aunque no sólo y ofrecen la progresiva liberación de la mente para eventualmente diluirla en un acto de existir omnipresente e impersonal. Es importante mencionarlo para ubicarnos en el mapa y entender cómo y dónde se sitúa el yoga en la complejísima interioridad del ser humano.
¿Cuál es el problema? El problema con el yoga y con cualquier técnica de relajación o meditación de matriz oriental es que parte de una espiritualidad que:
1. A nivel teorético tiende a cancelar la individualidad de cada persona al adentrarla en un camino que desemboca en la fusión total con un ser universal, inmanente e intramundano. Una imagen puede ser la de la gota de agua que se disuelve en el vasto océano del ser (el Gran Todo Cósmico). Un ser impersonal por cierto. Un ser que no nos dice nada y si pudiera diría: «Finalmente te das cuenta de que solo eres y siempre fuiste una ilusión destinada a desaparecer y ser anulada totalmente». Para el cristianismo esa gota de agua conserva su ser individual y al sumergirse en el océano su individualidad queda impregnada totalmente del Ser que la envuelve. Un ser personal que le dice: «Te amo como eres, siempre te he amado y te estaba esperando. Disfruta este océano de amor y de luz que te envuelve y conserva para la eternidad el ser que te di al crearte».
2. A nivel práctico buscan la extinción progresiva de toda actividad corporal y mental en aras de una sensación impersonal del puro acto de existir, y esto facilita la posibilidad de ser manipulado (psicológicamente) o invadido (espiritualmente). En pocas palabras, si quieres evitar el sufrimiento y el dolor olvida que existes, olvida que eres. Perdón por la analogía pero es como consumir una droga mental que te hace escapar de toda realidad, incluso de tu misma existencia, para olvidar (no sanar) cualquier forma de dolor. Esto proporciona una cierta satisfacción inmediata e incluso adictiva, pero no resuelve los problemas de raíz .
3. Implica la aceptación consciente o inconsciente de un sistema de creencias incompatible con la fe católica , porque el yoga parte de una filosofía panteista, es decir, de un mundo en el que no existe un Ser trascendente y Creador que te espera, sino un ser divino impersonal que se confunde con la existencia en general. Por seguir con la analogía de la gota de agua, es como sumergirte en ese mismo océano y descubrirte total y absolutamente solo. Nadie te espera entre otras cosas porque se han convertido en agua. En ese océano «cada persona se encuentra sola en un camino de auto-liberación individualista» (EP, pág., 109).
4. Reemplaza el amor agradecido a un Ser divino por el disfrute autorreferencial del propio acto de existir, «incluyendo la posibilidad de convertirnos en un ídolo para nosotros mismos» (EP, pág. 91). Digamos que esa chispa de divinidad que todos tenemos y que llamamos vida, acto de ser, existencia, se convierte en el objeto de nuestra auto adoración.
5. A la larga genera una profunda soledad existencial porque anula la alteridad tanto de los demás (que no son más que ilusiones) como de lo divino (que se funde con un universo impersonal). El mismo P. Joseph-Marie, ex yoghi, comparte la decepción que él mismo experimentó al aceptar como «esa fusión embriagadora con el Todo no me daba la paz que yo buscaba. Intuía que ese bien tan precioso implicaba la alteridad; que la paz verdadera no es la serenidad consistente en la ausencia de relaciones conflictivas, sino que tenía que ser el descanso en una perfecta comunión con Otro cuya presencia se ofrezca a cada instante en la gratuidad del amor» (EP, pág., 106).
6. Potencialmente abre ventanas a huéspedes no deseados porque la consecuencia natural de apagar las operaciones del yo consciente hasta casi anularlas es que, potencialmente, las puedes entregar a otra entidad sobrenatural que las controle en tu lugar. No olvidemos que como católicos creemos que existen entidades personales nada agradables (demonios) que andan revoloteando en torno a los seres humanos en espera de encontrar la manera de entrar para hacer daño. Es como irte a dormir en la noche y dejar la puerta principal y todas las ventanas abiertas de par en par. Aunque no quieres que entren ladrones la puerta permanece abierta para quien quiera aprovecharse. Las narraciones de exorcismos y oraciones de liberación hechas por sacerdotes dan testimonio de cómo hay personas que sufren diferentes tipos de invasión por dejar puertas abiertas, es decir, anular psicológicamente las operaciones del entendimiento y la voluntad . Sobre este tema me permito un pequeño excursus acerca de los ejercicios y posturas para relajarse. Sencillamente aclaro que el cuerpo no es un traje o un disfraz sino la parte visible de nuestra persona. Y en cuanto personas somos un espíritu encarnado , por lo que los gestos y posturas tienen siempre un significado más profundo. Máxime cuando están vinculados a una cosmovisión y una filosofía con creencias muy específicas.
Valoración general: Positivamente se puede decir que «las técnicas orientales son medios poderosos para sacarnos del mundo exterior y volver a centrarnos en nosotros mismos, haciéndonos saborear algo de esa interioridad que habíamos perdido y cuya nostalgia inconsciente conservamos todavía» (EP, pág. 91). Al mismo tiempo es importante informar y advertir sobre los riesgos de estas prácticas, no sólo por los motivos mencionados arriba sino porque, además:
1. A las personas creyentes las confunde, llevándolas a un cierto sincretismo religioso que podría rozar la incoherencia ya que, ¿cómo puedo creer en Jesucristo y reconocerlo como único Salvador y al mismo tiempo aceptar en la teoría o en la práctica técnicas vinculadas a una religiosidad precristiana que niega no sólo su encarnación, sino la misma existencia de un Dios Trascendente y Creador, Uno y Trino?
2. A las personas heridas emocionalmente las desorienta, porque creen posible solucionar sus problemas a través de una mística natural, inmanente (énstasis) que paradójicamente reduce el contacto con lo divino a la experiencia del propio ser y les dice: «Cúrate a ti misma olvidándote de que existes». Esto las priva por naturaleza de esa otra mística sobrenatural, trascendente (éxtasis), que se reconoce indigente, necesitada de amor y de un Médico que les dice: «Considera oh hombre que yo he sido el primero en amarte. Aún no habías nacido, ni siquiera existía el mundo y yo ya te amaba. Desde que existo yo te amo» (San Alfonso María de Ligorio, Tratado sobre la práctica del amor a Jesucristo).
3. A las personas fervorosas que buscan una intensa vida espiritual las distrae y retrasa, ofreciéndoles caminos de oración y meditación que nada o poco tienen que ver con la oración cristiana . El que hace yoga «se sumerge en sí mismo para disfrutar de manera narcisista del propio acto de ser, en un énstasis solitario» (EP, pág. 91), una especie de inmersión autorreferencial. El cristiano por el contrario cuando ora interctúa con Otro ser personal que lo saca de sí mismo y lo lleva al amor y la entrega a los demás. No hablamos de inmersión autorreferencial, sino de elevación por el amor.
Conclusión: Espero que lo dicho ayude a los interesados a discernir delante de Dios qué es lo mejor y a responder por sí mismos las preguntas mencionadas al inicio. Por lo pronto reconozco que ¡todos tenemos tarea! En primer lugar los sacerdotes y evangelizadores. Debemos proponer la fe de una manera renovada, más vivencial, que facilite en las personas un encuentro vivo, profundo y personal con Jesucristo, el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el que estaba muerto y ahora vive por los siglos (Ap 1,8) y los introduzca a la vida en el Espíritu Santo y sus dones. A todas aquellas almas decepcionadas con una fe católica aburrida y obsoleta que practican el yoga o simpatizan con formas de religiosidad orientales, les recuerdo: Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre. No se dejen arrastrar por doctrinas complicadas y extrañas (Hb 13,8). Les invito a hacer un esfuerzo por desenterrar el tesoro escondido (Mt 13,44), adentrarse en la sabiduría de la Sagrada Escritura, leer un poco el Catecismo de la Iglesia Católica y preguntar sobre espacios donde esta vida en el Espíritu Santo poderosa y profundamente liberadora ya se vive como una realidad.
Julio Muñoz López de Carrizosa, LC