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      • EL DÍA DE YAHVÉ

        ¿Motivo de alegría o de miedo?

        El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca, convertíos y creed en el evangelio

        (Mc 1,15).

        Punto de partida:

        ¿La proximidad del día de Yahvé debería ser un tema morboso y reservado para fanáticos oscurantistas o una parte fundamental del depositium fidei, esencial a la la identidad y a la predicación de la Iglesia? En este último Adviento me ha sorprendido la manera tan clara en la que la liturgia hace referencia al Gran Día, al día de Yahvé o día del Señor, mostrando la unidad que existe entre la primera venida de Jesús en la humildad del pesebre y su segundo retorno glorioso. En pocas palabras: Jesús vino una vez para decirnos que volvería y parecería que toda la historia de la humanidad estuviera orientada a este gran acontecimiento oculto en los designios de Dios Padre (Cfr. Mc 13,32). Pero poco se habla de esto a pesar de que el mismo Jesús comenzó su predicación así: «El tiempo se ha cumplido; el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en el evangelio» (Mc 1,15). Un mensaje de alerta y de conversión ante el inminente ocaso del mundo. La realidad es que llevamos esperando ese momento más de dos mil años y al final «nunca pasa nada» y tal vez por eso todos, también los predicadores, bajamos la guardia. Nuestro primer Papa, San Pedro, ya previno desde el principio contra la ingenuidad de los que decían: «¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación», pero les responde: «No ignoréis esto: que para el Señor un día es como mil años y mil años como un día. El Señor no tarda en cumplir su promesa como dicen algunos, sino que es paciente para con nosotros no queriendo que ninguno perezca, sino que todos puedan arrepentirse. Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche, en el cual los cielos pasarán con grande estruendo y los elementos ardiendo serán deshechos y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas» (2 Pedro 3). Food for thought…

        Me atrevería a decir que estamos en medio de una una cierta «tensión escatológica», porque la Iglesia ha vivido tiempos catastróficos (pensemos en la caida Constantinopla, el saqueo de Roma, el cisma religioso de oriente y de occidente, el exilio de los papas, las grandes epidemias, las grandes guerras y persecuciones religiosas del s.XX, etc.), pero el grado de persversión moral, la ofuscación de la razón y la progresiva apostasía de las naciones occidentales no tienen precedente. Así es que con el fin de aclarar un poco mis propias ideas y de poder compartirlas te ofrezco este artículo que de ningún modo puede considerarse «científico». Se trata sencillamente de una mini síntesis acerca de lo que aparece en al antiguo y nuevo Testamento sobre el día de Yahvé, complementado con el testimonio de algunos santos y el Catecismo de la Iglesia Católica.

        ¿Qué nos dicen los profetas del Antiguo Testamento? Las menciones al día del Señor son abundantísimas y acaecen en difentes contextos socio políticos referidos a su tiempo o a tiempos futuros, sin embargo no hace falta ser un exegeta especializado para descubrir en dichas menciones un hilo conductor y una mano providente que orienta la historia de la salvación hacia un gran finale, un gran acontecimiento: la primera venida del Mesías unida a su segunda venida, al Gran Día. ¿Qué ideas subyacen en las profecías del A.T.?

        1. Se salvará un pequeño resto: Aquel día dejaré en medio de ti un pueblo humilde y pobre, que se refugiará en el nombre del Señor. El remanente de Israel no hará injusticia ni dirá mentira, ni se hallará en su boca lengua engañosa, porque ellos se alimentarán y reposarán sin que nadie los atemorice (Sofonías 3,11-13).

        2. Habrá señales en el cielo: Las estrellas del cielo y sus constelaciones no destellarán su luz; se oscurecerá el sol al salir, y la luna no irradiará su luz. Castigaré al mundo por su maldad y a los impíos por su iniquidad; también pondré fin a la arrogancia de los soberbios, y abatiré la altivez de los despiadados (Isaías 13,9-11).

        3. Dios hará justicia: Porque aquel día es para el Señor, Dios de los ejércitos, día de venganza, para vengarse de sus enemigos; la espada devorará y se saciará y se empapará con su sangre; pues habrá una matanza para el Señor, Dios de los ejércitos, en la tierra del norte, junto al río Eufrates (Jeremías 46,10).

        4. Sucederá pronto: Porque cerca está el día, sí, está cerca el día del Señor; día de nubarrones, la hora de las naciones (Ezequiel 30,3-4).

        5. Supondrá una renovación universal fuente de alegría: Y sucederá que en aquel día los montes destilarán vino dulce, las colinas manarán leche, y por todos los arroyos de Judá correrán las aguas; brotará un manantial de la casa del Señor y regará el valle de Sitim (Joel 3,16-18).

        6. Habrá confusión y temor para los enemigos de Dios: ¿De qué os servirá el día del Señor? Será tinieblas y no luz; como cuando uno huye de un león y se encuentra con un oso, o va a casa, apoya la mano en la pared y lo muerde una culebra. ¿No será tinieblas el día del Señor y no luz, oscuridad y no resplandor? (Amós 5,18-20).

        7. El amor de Dios inundará de gozo a sus elegidos: En aquel día reuniré a la coja y recogeré a la perseguida, a las que yo había maltratado. Haré de la coja un remanente y de la perseguida una nación fuerte. Y el Señor reinará sobre ellos en el monte de Sion desde ahora y para siempre (Miqueas 4,6-7).

        8. Aparecerá el gran signo de la cruz: Derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén el Espíritu de gracia y de súplica y me mirarán a mí, a quien han traspasado. Y se lamentarán por El, como quien se lamenta por un hijo único, y llorarán por El, como se llora por un primogénito (Zacarías 12,10).

        9. Los malos recibirán su castigo: Porque he aquí, viene el día, ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen el mal serán como paja; y el día que va a venir les prenderá fuego --dice el Señor de los ejércitos-- que no les dejará ni raíz ni rama (Malaquías 4,1-2).

        10. La Iglesia fiel será glorificada: Será el remanente de Jacob entre las naciones, en medio de muchos pueblos, como león entre las fieras de la selva, como leoncillo entre los rebaños de ovejas, que si pasa, huella y desgarra y no hay quien libre. Se alzará tu mano contra tus adversarios y todos tus enemigos serán exterminados (Miqueas 5,8-9).

        11. Vendrá precedido de un tiempo de angustia: En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que vela sobre los hijos de tu pueblo. Será un tiempo de angustia cual nunca hubo desde que existen las naciones hasta entonces; y en ese tiempo tu pueblo será librado, todos los que se encuentren inscritos en el libro (Daniel 12,1-2).

        12. Habrá oportunidad para el arrepentimiento: Después los hijos de Israel volverán y buscarán al Señor su Dios y a David su rey; y acudirán temblorosos al Señor y a su bondad en los últimos días (Oseas 3,5).

        13. Dios renovará todas las cosas: En aquel día levantaré el tabernáculo caído de David, repararé sus brechas, levantaré sus ruinas y lo reedificaré como en tiempo pasado (Amós 9,11).

        14. La creación participará de la manifestación del poder de Dios: Y haré prodigios en el cielo y en la tierra: sangre, fuego y columnas de humo. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, grande y terrible (Joel 2:30-31).

        15. El resto fiel será revestido de gloria: En aquel día te tomaré a ti, Zorobabel, hijo de Salatiel, siervo mío y te pondré como anillo de sello, porque yo te he escogido (Hageo 2,23).

        ¿Qué nos dice el Nuevo Testamento? En los evangelios Jesús aparece instruyendo a sus apóstoles sobre estos acontecimientos y lo hace entremezclando el fin del mundo y el juicio final con la ruina de Jerusalén (imagen y germen de la Iglesia universal), que de hecho sucedió poco tiempo después de su muerte. ¿Qué nos dice el N.T. acerca del Gran Día?

        1. Será precedido de una perdida generalizada de la fe: No vendrá sin que primero venga la apostasía y sea revelado el hombre de pecado, el hijo de perdición (2 Tesalonicenses 2,3).

        2. Será un acontecimiento cósmico: Habrá grandes terremotos y plagas y hambres en diversos lugares; y habrá terrores y grandes señales del cielo (Lc 21,11).

        3. Sucederá de improviso: Por eso, también vosotros estad preparados, porque a la hora que no pensáis vendrá el Hijo del Hombre (Mt 24,43); El día del Señor vendrá como un ladrón en la noche; cuando estén diciendo: «Paz y seguridad», entonces la destrucción vendrá sobre ellos repentinamente, como dolores de parto a una mujer que está encinta, y no escaparán (1 Tesalonicenses 5,2-3).

        4. Habrá una gran señal en el firmamento y veremos a Jesús: Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre (Mt 24,30); Verán al hijo del hombre que viene en las nubes con gran poder y gloria. Y entonces enviará a los ángeles y reunirá a sus escogidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo (Mc 13,26).

        5. Seremos purificados por el sufrimiento: Habrá entonces una gran tribulación, tal como no ha acontecido desde el principio del mundo hasta ahora, ni acontecerá jamás (Mt 24,1).

        6. Implicará un juicio universal: Muchos me dirán en aquel día: «Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre y en tu nombre echamos fuera demonios y en tu nombre hicimos muchos milagros?». Y entonces les declararé: «Jamás os conocí; apartaos de mí, malditos» (Mt 7,22).

        7. Habrá un tiempo intermedio entre el fin de los tiempos y el fin del tiempo: Y habréis de oír de guerras y rumores de guerras. ¡Cuidado! No os alarméis, porque es necesario que todo esto suceda; pero todavía no es el fin (Mt 24,6).

        8. La creación visible será transformada: Los cielos serán destruidos por fuego y los elementos se fundirán con intenso calor! (2 Pedro 3,10-12).

        ¿Qué dice el Catecismo?

        1. Se puede cumplir en cualquier momento aunque tal acontecimiento y la prueba final que le ha de preceder estén "retenidos" en las manos de Dios (n. 673).

        2. Se vincula al reconocimiento del Mesías por "todo Israel" (n. 674).

        3. Antes de que suceda, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes (675).

        4. El Reino se realizará por una victoria de Dios sobre el último desencadenamiento del mal que hará descender desde el cielo a su Esposa (n. 677).

        5. El Juicio final revelará lo que cada uno haya hecho de bien o haya dejado de hacer durante su vida terrena (n. 1039).

        6. Sólo el Padre conoce el día y la hora en que tendrá lugar; sólo Él decidirá su advenimiento. Entonces Él pronunciará por medio de su Hijo Jesucristo, su palabra definitiva sobre toda la historia. Nosotros conoceremos el sentido último de toda la obra de la creación y de toda la economía de la salvación, y comprenderemos los caminos admirables por los que su Providencia habrá conducido todas las cosas a su fin último (n. 1040).

        ¿Qué han dicho algunos Santos sobre este Día? Será precedido por:

        1. La relajación de la Iglesia: Los hombres se someterán al espíritu de la edad. Ellos dirán que si hubieran vivido en nuestros días, la fe hubiera sido simple y fácil. Pero en sus tiempos, ellos dirán, que las cosas son complejas y que la Iglesia debe ser actualizada de acuerdo a los tiempos y sus problemática. Cuando el mundo y la Iglesia sean uno, entonces esos días habrán llegado (San Antonio Abad, s. IV).

        2. La relajación de las costumbres: La señal de estos eventos será: cuando los sacerdotes habrán dejado el hábito santo y se vestirán como gente común, las mujeres como hombres y los hombres como mujeres (Santa Brígida, s. XIV).

        3. Guerras y terremotos: Jesucristo purificará Su gente a través de crueles guerras, hambrunas, plagas, epidemias y otras horribles calamidades. El también afligirá y debilitara la Iglesia Latina con muchas herejías. Este es un período de deserciones, calamidades y exterminios. (Venerable Bartolomeo Holzhauser, s. XVII).

        4. Castigo y persecución: Este azote se hará sentir en todo el mundo y será tan terrible que cada uno de los que sobrevivieren se imaginará que será el único que ha quedado libre. Todos se arrepentirán y serán buenos. Este castigo será muy corto, instantáneo, pero terrible. Hasta el principio de las tinieblas, la persecución de los justos por los malos y los impíos será tan grande que habrán de padecer un verdadero martirio. Las cosas vendrán a tal extremo que parecerá imposible humanamente hacer nada y que todo está perdido. Entonces nuestro señor hará un cambio tan notable en un momento, como de la mañana a la noche, que el pondrá todas las cosas en orden. El triunfo de la Iglesia vendrá precedido de un gran castigo (Venerable P. Bernardo María Clausi, 1849).

        5. Tinieblas: «Precedido de tormentas, vientos desencadenados y terribles terremotos, que abrirán la tierra y la harán temblar, yo vendré una noche, durante los fríos meses de invierno, a este mundo cargado de pecados: rayos y centellas, salidos de incandescentes nubes encenderán y reducirán a cenizas todo lo que está contaminado por el pecado. La destrucción será total. Entonces la raza humana comprenderá que hay una voluntad muy superior a la suya, que destruirá sus vacíos alardes de vanagloria. La tierra será purificada para vosotros, los restos del fiel rebaño. Perseverad por una noche y un día y por una noche y un día y a la siguiente noche se calmarán los terrores. Al amanecer del próximo día el sol brillará otra vez y su calor y su luz disiparán los horrores de la oscuridad. Aceptad la nueva vida con humilde gratitud. Vividla con sencillez y gratitud en paz y amor, según mi intención. Orad y sacrificaos para que vuestro sacrificio produzca abundantes frutos de bendición y para que florezca una raza nueva que alegre vuestros corazones» (P. Pio, 1887-1968). «Durante los tres días de tinieblas la luz artificial será imposible; sólo las velas benditas alumbrarán. Durante estos días de tinieblas los fieles deben permanecer en sus casas rezando el santo rosario y pidiendo a Dios misericordia. A la prueba le seguirá un renacimiento universal. Este cambio ocurrirá cuando parezca que la Iglesia ha perdido los medios humanos de hacer frente a las persecuciones» (Beata Ana María Taigi, 1769-1837).

        6. Un gran signo en el cielo: «Antes de venir como juez, vendré primero como rey de misericordia. Precediendo el día de la justicia, hará una señal en el cielo dada a los hombres. Toda luz será apagada en el firmamento y en la tierra. Entonces aparecerá venida del cielo la señal de la cruz, de cada una de mis llagas de las manos y de los pies saldrán luces que iluminarán la tierra por un momento. Quiero a Polonia de una manera especial. Si es fiel y dócil a mi voluntad, la elevaré en poder y santidad, y de ella saltará la chispa que preparará al mundo a mi última venida» (parece que se refiere al papa Juan Pablo II) (Sor Faustina, 1905-1938).

        El papel de María y el triunfo de su corazón Inmaculado

        1. «Yo di al mundo al redentor y tú tienes que hablarle al mundo acerca de su misericordia y prepararlo para su segunda venida. Este día terrible vendrá, será el día de la justicia, el día de la ira de dios. Los ángeles tiemblan al pensar en ese día (…) Habla a las almas de la gran misericordia de Dios mientras haya tiempo. Si te quedas en silencio ahora serás responsable de la pérdida de un gran número de almas en aquel día terrible. No tengas miedo y sé fiel hasta el fin» (Sor Faustina, 1905-1938).

        2. «Este es el último auxilio que yo doy antes del fin de los tiempos, el refugio de mi madre bajo el título que yo deseo para ella universalmente: corazón doloroso e inmaculado de María, y luego añadió: como Hijo, yo he concebido esta devoción a mi madre y como Dios la exijo. La humanidad marcha hacia una tormenta espantosa que dividirá más aún a los pueblos; reducirá a la nada todas las combinaciones humanas; mostrará que nada subsiste sin mí y que yo sigo siendo el director de los pueblos. Un espantoso huracán se está preparando: veranse desencadenar con furor todas las fuerzas preparadas y ese será el tiempo de abandonaros al corazón doloroso e inmaculado de María» (Berta Petit, 1870-1944).

        3. «Oraciones y penitencias son necesarias porque los hombres deben volver a Dios y a mi Corazón Inmaculado, la mediadora entre los hombres y Dios y de esta manera el mundo al menos será salvado en parte» (Madre Elena Aiello, 1961).

        4. La victoria sobre las herejías ha sido reservada por Cristo para su santísima madre en los últimos tiempos. El Señor quiere extender de una manera especial el renombre de su Madre. María empezó la salvación y por su intercesión se completará. Antes de la segunda venida de Cristo, María, más que nunca, debe brillar en misericordia, poderío y gracia para traer a los incrédulos a la fe católica. El poder de María en los últimos tiempos será muy eminente. Un inusual castigo a la raza humana tendrá lugar hacia el fin de los tiempos (María Agreda).

        Conclusión: Sería un herror comunicar miedo. El mensaje de fondo no es de miedo, sino de alegría: «Vuestro padre Abraham se regocijó pensando en ver mi Día; lo vio y se alegró» (Jn 8,56); y de esperanza: «Cuando empiecen a suceder estas cosas cobrad ánimo y levantad la cabeza, porque se acerca vuestra liberación» (Lc 21,28). Sin embargo supone un llamado fuerte y claro a la conversión, a una vida vivida según los mandamientos, alimentada por la oración y la penitencia, como nos lo pidió María en sus apariciones de Fátima. Implica también una responsabilidad como Iglesia cuya misión es mantener el testimonio de la verdad de Cristo pase lo que pase, y mucho valor para enfrentar lo que viene para el mundo y especialmente para los bautizados.

        Corolario: me permito incluir en su totalidad los tres párrafos (nn. 675,676,677), del catecismo que hacen referencia a la «última prueba de la Iglesia».

        Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes (cf. Lc 18, 8; Mt 24, 12). La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra (cf. Lc 21, 12; Jn 15, 19-20) desvelará el "misterio de iniquidad" bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne (cf. 2 Ts 2, 4-12; 1Ts 5, 2-3;2 Jn 7; 1 Jn 2, 18.22).

        Esta impostura del Anticristo aparece esbozada ya en el mundo cada vez que se pretende llevar a cabo la esperanza mesiánica en la historia, lo cual no puede alcanzarse sino más allá del tiempo histórico a través del juicio escatológico: incluso en su forma mitigada, la Iglesia ha rechazado esta falsificación del Reino futuro con el nombre de milenarismo (cf. DS 3839), sobre todo bajo la forma política de un mesianismo secularizado, "intrínsecamente perverso" (cf. Pío XI, carta enc. Divini Redemptoris, condenando "los errores presentados bajo un falso sentido místico" "de esta especie de falseada redención de los más humildes"; GS 20-21).

        La Iglesia sólo entrará en la gloria del Reino a través de esta última Pascua en la que seguirá a su Señor en su muerte y su Resurrección (cf. Ap 19, 1-9). El Reino no se realizará, por tanto, mediante un triunfo histórico de la Iglesia (cf. Ap 13, 8) en forma de un proceso creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último desencadenamiento del mal (cf. Ap 20, 7-10) que hará descender desde el cielo a su Esposa (cf. Ap 21, 2-4). El triunfo de Dios sobre la rebelión del mal tomará la forma de Juicio final (cf. Ap 20, 12) después de la última sacudida cósmica de este mundo que pasa (cf. 2 P 3, 12-13).

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